Adaptarse para sobrevivir

Se puede suponer que las áreas urbanizadas carecen de sustento a la hora de proveer buenos objetos de estudio en cuanto a la vida y el comportamiento de los animales. A priori, esa inducción sería por lo menos no del todo acertada. Como prueba de que dichas áreas no pueden ser desechadas se han incrementando los estudios que evidencian que las ciudades otorgan un tubo de ensayo ideal para estudiar el comportamiento animal en evolución con la adaptación al ambiente circundante.

Los ambientes de las ciudades suelen ser más estables que los naturales y la lógica elevación de la temperatura en las urbes hace que, por ejemplo, los insectos estén más tiempo del año activos, aparte del dato no menor de que las ciudades brindan fuente de comida y agua extremadamente predecibles para los animales. Pero como veremos, no todos los casos de abundancia de comida son necesariamente positivos, el hecho de que la ciudad brinde confort a muchos humanos (y como daño colateral a otros tantos animales) no implica que en algunos casos se esté afectando más que el órden natural de la vida.

Cuando la casa hace al habitante

Estudios de la Universidad de Leiden elaborados por un equipo liderado por los Doctores Slabbekoorn y den Boer-Visser indican que el canto de los pardales de diez ciudades europeas, entre ellas Praga, Londres, París y Amsterdam, cambiaron para adaptarse al contexto sonoro de dichas urbes. Los cantos urbanos eran más escuetos y veloces que los forestales. Asimismo, el canto urbano también mostró una elevación en el tono de su frecuencia, consecuente con la necesidad de competir con la frecuencia baja del ruido ambiental, ruido básicamente causado por el tráfico. Estas conclusiones dieron lugar a lo que conoce como teoría de la hipótesis de adaptación acústica, en la que el canto se somete a un cambio acústico marcado por el hábitat de estas ciudades en las que predomina el ruido de los vehículos, es la ciudad la que compone al citadino.

Pero el anterior está lejos de ser el único ejemplo de cómo las urbes están afectando la naturaleza de los animales; podríamos decir que asistimos a un círculo más dentro de la evolución animal, la evolución urbana de muchas especies. Una de las principales diferencias entre la ciudad y el campo tiene que ver con lo lumínico. Evidentemente durante las noches en las ciudades existe un exceso residual de luz que torna la situación algo artificial. Esta circunstancia es aprovechada por murciélagos y algunos pájaros, que buscan comida cerca de las fuentes de luz, donde se acumulan los insectos. Pero la luz artificial también puede afectar negativamente al engañar a algunos pájaros con la percepción del tiempo y hacerlos cantar a deshora. Los cambios lumínicos han sido estudiados también en su interrelación con especies de tortugas que arriban a las costas para desovar. La dificultad que se produce es que las tortugas se orientan habitualmente comparando diferencias lumínicas, puesto las playas son más oscuras que el mar durante la noche y hacia ellas es a donde naturalmente se orientan. Pero en las ciudades la relación luz-oscuridad es completamente distinta, entonces las tortugas se desorientan.

Migración de las abejas en EEUU
La desorientación de los animales es casi un lugar común de este vínculo entre ciudades y vida natural. Uno de los factores que según las hipótesis científicas más afecta en esta cuestión son las antenas de telefonía móvil, que han tenido un crecimiento exponencial en los últimos 15 años, aumentando drásticamente su influencia ambiental. Según un estudio de la Universidad de Utah (EE.UU.), desde 2006 el mapa de ubicación de las abejas varió sensiblemente, hay ciudades que literalmente se han quedado sin abejas. Entre las muchas respuestas el Dr. Will Specer manejó el uso de pesticidas neonicotinoides y la radiación electromagnética atmosférica de las antenas como los principales causantes de este desiquilibrio ecológico.

El cruce entre la vida animal y las grandes urbes también han dado lugar a lo que se denominó “ilusiones evolutivas” o simplemente, “trampas”. Un ejemplo de esto los constituyen los numerosos comederos de aves en los suburbios de Florida. Estos permiten a los Arrendajos vivir una vida bien alimentados y relativamente tranquila. "Esta vida fácil tiene un costo", dice Reed Bowman, un ecólogo conductual de la Estación Biológica Archbold en Lake Placid, Florida. Al imitar una primavera inusualmente temprana y productiva, la abundancia artificial engaña a las aves suburbanas en la cría de varias semanas antes que las aves del país, y por eso es que hay nidadas de Arrendajos mucho más grandes de lo habitual. Pero la trampa no termina ahí, los frutos secos y otros alimentos vegetales que engordan a los padres no son adecuados para los pichones, que necesitan una proteína más digerible proporcionada por larvas de insectos que no emergerá hasta más tarde en la primavera. Como resultado, los pichones suburbanos son más propensos a morir de hambre o sufrir problemas físicos. Esto ejemplifica a las claras cómo un habitat puede afectar a sus habitantes y la situación se presenta como un punto de no regreso si consideramos que difícilmente una ciudad detenga su trajín para conformar a unos pájaros y así protegerlos.


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