El cuestionamiento constante

Con dificultad a alguien se le pase por la cabeza hacer un repaso del currículum vittae de
Luís Camnitzer, básicamente porque ese tipo de raccontos escolares son un poco más
para la Wikipedia y su conocimiento superficial y básico de cosas como la reproducción
de las avispas en Serbia.
La obra de Camnitzer, apenas espiada en esta muestra, excede lo que facílmente
podemos denominar como arte. Llega a ser algo que así como una Realisis, híbrido de
Realización y Análisis, imbricación conceptual parecida a una maraña que hace difícil
saber si el autor de las obras nos está educando, comunicando algo o reflexionando al
pasar. Hay que ser un mineral para no ponerse a pensar cuando se está ante las obras de
Camnitzer, el carácter conceptual pero accesible de sus piezas siempre deja huellas,
reminiscencias a cuestionamientos que alguna vez nos planteamos. Es una  Realisis
autoreferente en muchos casos, que podemos calificar sin temor a equivocarnos como
meta­artística. Buena parte de la obra de Camnitzer remite a reflexi ónes en clave
artística sobre el arte mismo. Este tipo de reflexiones, o invitaciones a reflexionar, son las
puntas de un ovillo multicolor que cada uno tendrá que deshilachar según sus
habilidades y se disparan en todas direcciones. Son obras que nos conducen a pensar en
el fraude de la reproducción del arte fast food y su consiguiente educación en las esferas
de poder, Universidades, verdaderas fábricas expertas en la venta de prestigio y
suscripciones a lobbies elitistas. Asímismo, se ve buenamente en Camnitzer un
empecinamiento político propio del arte conceptual latinoamericano, hijo de las salvajes
represiones militares. Este empecinamiento roza la terquedad, y deja de manifiesto la
intención de desnudar la dimensión política que el arte, su propiedad y su contenido
tienen. Esto no significa que Camnitzer haga ese panfleto prejuicioso y tribunero
entendido como “arte político” sino más bien que estamos ante arte que no ignora su
condición, arte (o Realisis) despierto frente a la evidencia de que su apropiación no es
inocua a su esencia. Esto es: el arte con su condición de ser un objeto más a vender en el
mercado, lo cual precisamente, le da la ontología al ser; es arte eso que el mercado pone
en un museo y exposiciones, el resto es una divagación que flota por ahí, un
garabato.
Camnitzer es una exposición de la relación entre el arte y lo otro, un
acercamiento epistemológico al concepto de arte. Podemos cuestionarnos, considerando
que la pregunta vale más que su respuesta, si esto es filosofía del arte o arte en la
filosofía, la tradicional búsqueda (caprichosa y gratuita, en realidad) de un límite del
arte y la filosofía, supone que estas disciplinas no deben estar comunicadas. Romper con
ese anacronismo es otra condición recurrente en las obras de Camnitzer, casi un
escapista de las convenciones artísticas más encastradas. El propio Luís Camnitzer se ha
empeñado en no caer en eso que él define como “artevalium”, algo que no subvierte
nada, que sólo suma un número y no cuestiona ninguna estructura o condición. La
interdisciplinariedad es uno de los caminos para esa huída, asumir que el arte puede ser
diverso e inclusivo con otras disciplinas es una característica en carne viva de Camnitzer.
Sus Realisis no son obras de arte, son obras al servicio del cuestionamiento de las
estructuras. Y si, como recordamos que dijo Marshall McLuhan “el medio es el mensaje”,
en Camnitzer el medio es el arte, y por lo tanto su mensaje es, ni más ni menos pues, el
arte mismo.

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